domingo, 18 de abril de 2010

La Pandilla como Reedición de la Novela Familiar Neurótica

La sociedad tiene un gran número de instituciones diseñadas para “civilizar” y “domeñar” los impulsos sexuales y agresivos. En primer lugar se encuentra la familia, en caso de que está sea incapaz aparecerá entonces la escuela, posteriormente la psicoterapia y si esta falla solo quedará la cárcel como opción de control.

Junto con esta modalidad de control social, que es universal, existe también una condición histórico-cultural propia de nuestro país. La actitud típica del mexicano puede englobarse en la timidez que según la clase sociocultural –baja, media o alta– se manifestará como tendencia a la embriaguez, aspiracionismo o presunción, respectivamente. Este tipo de características tienen que ver con los aspectos agresivos del ser humano, aunque simultáneamente existen también componentes sexuales dignos de tomar en cuenta. El machismo para las clases bajas y el donjuanismo para las clases altas; mientras que la inhibición sería carácterístico de las clases medias.

Desde este punto de vista es el sentimiento de inferioridad y de inseguridad del mexicano el que desemboca en las actitudes antes mencionadas con la finalidad de compensar el trasfondo de timidez; el deseo de demostrar y demostrarse que puede.

El sentimiento de inferioridad está además potenciado por la posición ocupada entre los demás hijos. Los hermanos son siempre rivales por el amor de los padres. Estos sentimientos son inconscientes y suelen encontrarse encubiertos en actitudes de competitividad o como formación reactiva a modo de cooperación o cuidados extremos.

Aunado a eso se encuentra la complicada edad adolescente en donde hay una reactivación del complejo de Edipo. Debido a eso el joven trata de alejarse lo mas posible de su núcleo familiar para no dirigir hacia ellos sus intensos sentimientos eróticos y agresivos. Los modelos extrafamiliares, tribus urbanas y grupos de referencia, entre ellos las pandillas, se postulan como opciones en las que puedan descargarse y canalizarse dichos impulsos. La calle, como representante de lo externo, es además ese espacio realmente social de libertad en donde puede distraerse del tedio del trabajo o la escuela.

De este modo las pandillas permiten la existencia de un líder (ideal del yo), que tomará el lugar del padre, y que ama a todos por igual. Es decir que los demás miembros de la pandilla no son vistos como hermanos rivales sino como hermanos con quienes se comparte una característica (la pertenencia a la pandilla); así mismo las pandillas rivales son exteriorizaciones de los hermanos realmente antagonistas. Esto explicaría las constantes disputas entre pandilleros, pues es más fácil odiar lo de afuera que lo de adentro (lo familiar).

Cabe destacar que no todos los grupos adolescentes devienen pandillas, también los hay quienes subliman: grupos de iglesia, voluntariados, equipos deportivos, clubes de fans, etc. Sin embargo en la pandilla los componentes hostiles cobran mayor relevancia que los sexuales. El pandillero para demostrar su hombría realiza actos vandálicos, la mayoría de las veces ante objetos que representan al hermano rival o al padre. Desde este punto de vista habría que diferenciar al pandillero sociópata del pandillero resentido social. El primero de ellos tiene una estructura de personalidad perversa, es decir que reniega del orden y trata de crear su propia ley; se brinca las reglas para imponer las propias. Conlleva dentro de sí el mismo germen que el revolucionario con la diferencia de que este es rebelde (inconforme y crítico) mientras que aquel es manifiestamente hostil.

En el caso del pandillero resentido social este únicamente realiza desmanes como una forma de reclamo social; se siente menospreciado por los demás y cree haber sido víctima de una injusticia al no poseer lo que otros tienen. Su motivo principal es la envidia, ese “sentimiento enojoso contra otra persona que posee o goza de algo deseable para quitárselo o dañárselo”. Klein, M. (1988).

Es importante distinguir entre los factores externos e internos que predisponen a las tendencias delictivas. Los factores propiamente internos desembocan en una enfermedad mental conocida como psicosis (es la más típica de las locuras clínicas caracterizadas por utilizar un delirio reemplazar la realidad angustiante) y también en perversiones – como es el caso de las sociopatías en donde los criminales creen que las demás personas son una simple extensión de su yo, pudiendo así abusar de ellos y manipularlos – mientras que los factores externos, principalmente la deprivacióny la falta de amor, conllevan a la actitud antisocial típica del resentido social.

Winnicott comenta que el ser un niño no deseado predispone a la enfermedad antisocial porque entonces la falta de amor reduce al infante a la condición de objeto y hace que sus impulsos no sean regulados por un otro que sea capaz de contenerlos; visto así el acto criminal sería siempre un llamado de auxilio hecho en un momento infantil en el que las cosas dejaron de marchar bien (tuvieron que haber marchado relativamente bien puesto que el niño se mantuvo con vida), sin embargo al paso del tiempo ese sentido de auxilio se desvaneció, sobre todo cuando los actos se convirtieron paulatinamente en planificaciones delictivas.

Aunado a lo anterior está la envidia insoportable del niño no deseado, que provoca que cuando ve a personas felices reviva en él su carencia de amor, compiliéndolo a atacarlos como una forma de reclamo “¿Por qué tu si eres feliz y yo no?”

Por último es importante destacar que las condiciones de deprivación provocan insestabilidad en todas las personas, pero dicha inestabilidad tiene efectos aún mayores en los niños. La deprivación se refiere a ese momento en donde una situación crítica provocó ansiedad y confusión en el niño, es decir que perdió a su yo auxiliar que le permitía ser creativo y activo en el mundo modulando su agresividad.

Referencias.
Klein, M. (1988). Envidia y gratitud. (Volumen III) (Trad. De V.S. del Campo, et. Al.) España: Paidós. (Trabajo originalmente publicado en 1957).
Winnicott, D.W. De la dependencia a la independencia en el desarrollo del individuo (Conferencia pronunciada en la Atlanta Psychiatric Clinic, en octubre de 1963).
--------. La delincuencia juvenil como signo de esperanza (Conferencia pronunciada en el Congreso de Subdirectores de Reformatorios,reunidos en el King Alfred's College, Winchester, abril de 1967).

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