jueves, 1 de abril de 2010

La Educación Bancaria y la Universidad Capitalista.


En pleno siglo XXI se ha agudizado aún más la crisis de la educación. El campo pedagógico continúa desquebrajándose a pesar del desarrollo de métodos, teorías y técnicas que buscan una educación mas eficaz.

Sin embargo el problema no está en la pedagogía sino en los intereses a los que esta sirve. El campo educativo tiene como finalidad la transmisión de un saber; pero no cualquier saber, sino un saber legitimado social, histórica y culturalmente determinado.

Partiendo del principio de que la educación jamás es neutra pueden entonces ubicarse dos tipos de pedagogías: una al servicio de la domesticación y otra al servicio de la liberación.

La domesticación no es otra que la domeñación de los impulsos sexuales y agresivos del ser humano. Al nacer se tiene siempre un saber inconsciente sobre la propia historia, sin embargo es un saber que no se sabe que se sabe; al mismo tiempo se tiene un deseo de saber. Sin embargo este deseo personal es poco a poco negado en bien de un deseo colectivo mas necesario e importante.

En esa negación del deseo individual estriba la diferencia entre el “ser” y el “conocer” (con-no-ser). Ambos verbos son pares antagónicos. El “ser” implica la relación con el propio deseo de saber, con la subjetividad y la libertad de la expresión única; el “conocer” implica negación del ser: con-no-ser. Es la desautorización del deseo y del saber individual en pos de un deseo y un saber legitimado que no ponga en peligro el estatus quo político y económico.

Se observa así que el campo pedagógico se ha convertido en un espacio sometido a los intereses del capital. Se enseñan competencias para la vida económica - en cualquiera de sus vertientes: producción, consumo, gasto, ahorro e inversión -. Se está transformando al homo sapiens en un homo educandis, un personaje que a partir de su experiencia de aprendizaje se convierta en mantenedor y reproductor del sistema.

El deseo individual cada vez se aliena mas en la posición asimétrica fomentada por la escuela. Al alumno se le presupone ignorante y bárbaro, con una gran necesidad de ser educado, mientras que al maestro se le confiera la posición de amo y dueño del saber. De ahí surge una pedagogía carcelaria que no permite al alumno la búsqueda de su deseo de saber al imponerle un saber metabolizado e inofensivo, puesto al servicio del capital. Así mismo el carcelero-maestro es aquel que se inviste del saber, creyendo ser su único poseedor y negando la posibilidad de diferentes saberes. Este drama se encuentra tan bien armado que al alumno se le da siempre la fantasía de libertad, dentro de una ilusión de alternativas queda capturada su voluntad presa de una explotación a futuro.

Todo este simulacro de la libertad coloca a ambas piezas del acto educativo como peones de un tercer elemento que los sujeta: las leyes del mercado. El maestro no es maestro sino solo en una posición ficcional: “Pues el verdadero maestro no está en la escuela sino afuera, en la instancia política que maquina su institución” Rabant C. en Jiménez Silva, M.P. y Páez Montalban, R. (2008: 249).

Referencias.
Jiménez Silva, M.P. y Páez Montalban, R. (comps.). (2008). Deseo, Saber y Transferencia. Un Acercamiento Psicoanalítico a la Educación. México: Siglo XXI.

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