Esto va a ser un juego de palabras.
La adicción en la psiquiatría.
Psiquiátricamente la adicción involucra aspectos
como dependencia
(la sustancia se necesita), tolerancia (hace falta mayor cantidad de sustancia para
tener el mismo efecto), intoxicación (un
consumo muy intenso en un corto periodo de tiempo puede llevar al colapso), abstinencia (la falta de la sustancia provoca una serie de
malestares e inconvenientes). Cualquiera de éstos términos bien puede ser aplicado a
las relaciones personales.
En
la adicción y en el amor lo ajeno siempre es consumido. En el primer caso la sustancia es introducida
al organismo y metabolizada; en el segundo el objeto amado es desgastado al
momento de moldearlo y exigirle cosas.
Amor y droga.
El
lugar ideal del objeto de amor está donde se encuentra el lugar real del objeto
de adicción: no desperdiciar ni un gramo,
ni un mililitro, no in milímetro…. Aprovecharlo todo !!!!!
La sustancia no se
queja, las personas si. Y la sustancia está ahí, las personas no. Lo que se le
pide a una sustancia no se le puede pedir a una persona, o se le puede pedir
pero no puede cumplirlo.
La droga no te juzga y
no se va por razones atribuidas a la propia persona; vincularse amorosamente
implica ser responsable, drogarse no, incluso deja lugar para
La
droga proporciona un placer alcanzable,
un placer que cada vez va siendo reemplazado por un shot energético producto
del declive de la libido, del cansancia, del desgaste. El adicto lo es porque
no le quedan fuerzas para ser otra cosa; lo mismo que el monógamo, es más
difícil cumplirle a muchas personas.
El
shot energiza al narcisismo, antes de él no había nada, solo miserias de
autovaloracion; después del shot
o la droga hay un extasis maníaco en el que se siente que todo se puede. O tal
vez puede ser que coloca al sujeto en un estado ideal (libre de inhibiciones)
más que en un estado alterado. La droga descubre quien se es realmente,
encamina el deseo (y eso no se debe a sus propiedades farmacodinámicas sino al
sujeto mismo) por lo tanto la el objeto-droga es investido de deseo como se
inviste al objeto-amado de expectativas.
Cuando el amor se mezcla con dolor, se vuelve adicción.
A
veces se ama con remordimiento.
Se ama a través
del sacrificio (sobrepasamiento
de los límites) que se ha hecho por estar con el objeto amado.
Amar incondicionalmente
es sobrepasar los límites del pudor; se abandona todo el mundo por una sola persona.
La muerte chiquita
(orgasmo) es la felicidad suprema, se muere por quien se ama (morir a manos del
objeto amado como
incomparable acto de entrega).
La doble moral de la exclusividad
Vivimos
en un mundo extraño que tiene dos opiniones distintas respecto del mismo acto:
la preferencia de un objeto por encima de todos los demás. Cuando esa preferencia es por un ser amado se
le llama fidelidad (es una aspiración de las almas puras y se ha
convertido en un controvertido ideal matrimonial), cuando es por una sustancia
se le llama adicción (es vista como algo detestable que impide
disfrutar de las demás opciones de la vida).
Hay que repensar al
objeto-droga, poder trasponerla hacia la posición de la fidelidad y
descolocarla del lugar de adicción. Cuando al ser amado se le pide fidelidad se le está exigiendo algo que va más allá del compromiso de
exclusividad. Porque más que una petición hacia la otra persona se convierte en una obligación
con uno mismo: uno debe convertirse en la droga del otro. ¿Qué tipo de transmutación debe de operar en uno
para volverse eso? ¿Puede uno ser todo para el otro? ¿Puede otro ser todo para uno?
La a-dicción como falta en la palabra. No se enuncia el deseo, se lo repite.
¿Qué hay en el
objeto-droga que lo vuelve tan atractivo? El objeto adictivo es un objeto fácil (no porque sea sencillo encontrarlo o mantenerlo, sino porque vuelve simple al adicto, sabe
que quiere eso y sólo eso). Cualquier
otro objeto es complicado porque nunca alcanza la satisfacción. Aunque ésta es
la esencia de la pulsión, estar insatisfecha, siempre buscando nuevos objetos
para que lo posible ocupe el lugar de la repetición infatigable de lo mismo.
La adicción es rutina,
la fidelidad es copia (cassetes). Ambas implican la pérdida de la creatividad,
se espera que todo sea lo mismo, sin variaciones ni cambios ni contrastes.
Obvio nunca se cumple esa expectativa. Se busca la anulación de la diferencia.
La adicción es la irrupción del gris en el matiz de la multicolor experiencia
de la intoxicación; lo mismo puede decirse de la monogamia respecto de la
fugacidad del enamoramiento.
La adicción es la más lastimosa de las
compulsiones repetitivas; porque
invariablemente se busca lo mismo, se reitera y ni si quiera hay posibilidades
de imaginarse un placer distinto. Su consecuencia es el aislamiento. El estancamiento en un solo objeto evita el
contacto con los demás, los desprovee del atractivo.
La
obligación del desear apoderándose del desear: limita el abanico de intereses y posibilidades hasta que lo reduce
a una sola afición. El deseo retrocede, los objetos son difuminados y va
quedando una sola opción.
La
única forma de salir de la adicción es con el retorno a la palabra (a-dicto es aquel que se ha quedado sin palabra porque su deseo
queda obturado por el objeto que lo hace callar) y la palabra solamente puede
existir cuando sirve para
generar duda, no para generar certeza (la certeza es adictiva). Ser escéptico ante la pareja implica dudar de ella; no de su
libertad sino de la posibilidad de hacernos sentir completos. Reconocer que el
otro no puede ser todo para nosotros, y que nosotros no podemos ser todo para
el otro nos permite liberarnos. Nos libera de la carga de ser la satisfacción
plena para alguien más, y lo libera para re-emprender su búsqueda en otros
horizontes. El
amor como búsqueda es libertad, el amor como estancamiento en un solo objeto
amoroso es adicción.
Esta libertad no es una
independencia total, sino que involucra
la posibilidad de buscar nuevos y variados objetos. La contraparte adictiva
implicaría la aceptación de que el otro decida por uno mismo.