viernes, 13 de junio de 2014

El deseo de la técnica del otro o... la psicoterapia como futbol.

Rodolfo Zermeño Torres.

A propósito del inicio del mundial de futbol en tierras brasileñas publico esta entrada en referencia a la senda de formación que debe atravesar un candidato a psicoterapeuta para poder dedicarse al ejercicio clínico.




A lo largo de este trabajo se tratará de responder una pregunta: ¿Hasta donde seguir y hasta donde romper la técnica… Ignorancia, temeridad o desacato superyoico?

La ubico sobre el terreno de juego, y digo terreno de juego porque la sesión terapéutica es lo mas parecido a un partido de futbol: existen dos elementos que ponen en juego sus estrategias para conseguir un objetivo. Bien pude haber dicho campo de batalla pero he decidido sublimarlo a un deporte, que de uno u otro modo implica un antagonismo.

Independientemente de los motivos por los que un paciente acude a consulta (sufrimiento, responderse a una pregunta, mandato…) y asiste religiosamente a sus sesiones a pesar de sus resistencias, incomodidades y dolor psíquico se encuentra su contraparte, el terapeuta, que también concurre a dicho encuentro, y a muchos más con otros pacientes, para materialmente devorar de oído la vida de sus pacientes. Algún karma (deuda superyoica) debe estar pagando o algún objeto debe estar reparando (para entrar en términos mas psicoanalíticos). Al igual que en el futbol este jugador terapéutico aparece en el campo de juego del consultorio cargado de técnica y carisma, se ve enfrentado a un paciente cargado de palabras y resistencias, se ubica ante un público expectante hecho de fantasmas propios como padres, maestros, supervisor, terapeuta y autores muchos autores; estos últimos siempre representan la mayoría, son los que mas fuerte gritan, los que mas insultan y los que se sienten directores técnicos creyendo tener la estrategia última que permitirá triunfar en el partido terapéutico; recibe órdenes desde la banca porque ahí si hay un director técnico palpable, normalmente el autor de su preferencia y que hostiga a modo de superyo terapéutico rígido y severo, este no se cree tener la táctica maravillosa, a este el jugador le ha adjudicado esa mágica habilidad casi del mismo modo que el paciente ha depositado en su terapeuta el poder de su cura y el conocimiento de su sufrimiento. Hasta aquí se agota el simil pambolero, demás protagonistas como el árbitro, los dueños, los comentaristas e incluso las vicisitudes como descender de división o ganar campeonatos tienen funciones mas bien paralelas. En este momento lo que interesa es la relación jugador-director técnico incluso por encima de la relación terapeuta-paciente.

El director técnico, pomposo nombre para un entrenador, será llamado de ahora en adelante el “autor-técnico” que es el encargado de pulir las potencialidades del “jugador-terapeuta” en coparticipación con el supervisor quien se encarga del análisis posterior a cada partido. Este último también tiene un papel relativo porque hay jugadores-terapeutas que carecen de él por completo y, en el caso de quienes si lo tienen, su presencia esta desfasada del partido-sesión.

Repasaremos entonces el largo camino que debe atravesar un prospecto de jugador-terapeuta para convertirse, si bien le va, en un crack o en algún afamado autor-técnico. Inicialmente se inscribe en algún club-universidad para arrancar su carrera futbo-terapéutica. Para su desgracia arranca muy joven, normalmente los pacientes no hacen mucho caso a adolescentes tardíos o adultos incipientes, pero así es como inicia. Llega cargado de ilusiones, fantasías y expectativas, algunas las cumplirá otras no y también algunos de sus compañeros aspirantes se quedarán en el camino. Durante su estadía en el club-universidad entrenará para aprender metodologías, teorías y técnicas; muchas de ellas le parecerán nuevas, otras destronarán viejos conocimientos y otras serán aborrecidas (lo siento pero así son los entrenamientos porque a nadie le gusta hacer abdominales o sentadillas). En este momento conocerá muchos autores-técnicos, estrategias, tácticas y planteamientos para diferentes tipos de rivales y partidos. Ingresará después de eso a las filiales a modo de servicio social y prácticas profesionales; ahí es donde encontrará sus primeros rivales de categoría y donde deberá poner a prueba las competencias adquiridas en el club-universidad y además de todo seguir las instrucciones del autor-técnico de su supervisor o asesor de prácticas (hasta este momento sí existe esa figura, que cumpla o no con su labor es otra cosa). Es este momento el que marca el parteaguas de su carrera profesional como jugador-terapeuta enfrentado al mundo real de los pacientes y no a los éxitos de los libros de texto donde todos los pacientes finalizan exitosamente.

El fogueo en las filiales y divisiones menores (prácticas profesionales o servicio social) es de los pocos momentos en que se permite cometer errores, la mayor parte de ellos se le achacan a la ignorancia y falta de “colmillo” pero definitivamente existen otros, para bien o para mal, que son producto de la precipitación de no poder dejar de hacer algo pasando por alto las indicaciones del supervisor y menospreciando el librito del autor-técnico; cometen sendos errores, pero son temerarios, se animan a entrar en contacto con el paciente dejando el seguro terreno de la técnica mas o menos aprendida para adentrarse en la práctica autónoma y arrogante de quien cree que puede volar solo.

Es en este momento de la formación en donde comienzan a destacarse aquellos jugadores-terapeutas que marcarán diferencia. Algunos lo harán por su apego inamovible a la técnica, otros por sus desacatos y ocasionales chispazos de éxito a pesar de cargar con muchos fracasos. Pero son justamente estos los que interesan, esos fronterizos entre la rebeldía y el liderazgo, aquellos que separándose del resto se arriesgan a perderlo o a ganarlo todo. Aún les faltarán muchos partidos y campeonatos pero tienen las ganas y el hambre de triunfo que los apegados a la técnica nunca tendrán. Y se valen de mil estrategias: apelan sus núcleos neuróticos, psicóticos o perversos, se aclimatan al paciente o simplemente usan su carisma y encanto propio pero lo logran y el paciente se mantiene ahí, prendido de la transferencia y avanzando poco a poco. Consiguieron lo primero que es lograr que el paciente volviera a consulta y, conocedores pero no conformes con eso, trabajan sesión a sesión creyendo que esa puede ser la última preocupados mas por el paciente que por la técnica, atendiendo siempre al paciente (en el sentido de darle atención) y no atendiendo siempre a la técnica (en el sentido de apegarse a ella).

Con esto no se está diciendo que haya un desapego total a las teorías y técnicas o que se abran caminos novedosos para cada paciente siguiendo la intuición. Eso no se puede hacer porque trabajamos con personas, nunca se podrá ser experto en cada uno de los pacientes pero si se puede estar preparado en cuanto a teoría, técnica y metodología para desde ahí abordar a ese paciente. Estar preparado implica leer, entender y comprender lo que los autores-técnicos dicen sobre tal o cual tipo de paciente pero también implica ser espontáneo y flexible porque después de todo la experiencia que tengamos es igual de válida que la de los autores-técnicos. Solo no fallan los que no se atreven aunque también es cierto que los que mas fallan es porque mas se atreven. Pero ese es el meollo del asunto terapéutico mas que enseñar conocimientos es enseñar un estilo de vida, la conformación de una confianza para que el jugador-terapeuta crea en sus habilidades y se pueda plantar frente al paciente, escucharlo sin juzgar, permitirle ser creativo y dejar que intente colocar su sufrimiento en palabras sin querer precipitarse a llevar a cabo la interpretación milagrosa a veces también hay que saber esperar, el silencio también es terapéutico.

En franca respuesta a la pregunta formulada al principio del ensayo se puede decir que el seguimiento de la técnica es lo que marca un camino y permite ir avanzando por terrenos seguros, sin embargo para poder seguir fielmente la técnica hay que conocerla y conocerla implica saber su historia, desarrollo, pormenores, excepciones y variaciones. Todo esto es un conocimiento que se puede lograr pero siempre de manera limitada, apegarse únicamente a un autor puede permitirnos conocer su técnica de manera profunda pero nos privaría de conocer la de otros; al contrario, conocer acerca de muchos nos daría un gran bagaje y muchas herramientas pero no conoceríamos suficiente sobre uno en específico.

Aún así, para ahondar en una técnica muy específica hace falta entrenamiento y práctica, el primero de ellos pueden darlo los institutos de formación el segundo es más complicado porque requiere pacientes. Invariablemente de que se esté o no en un entrenamiento o que se haga de manera autodidacta siempre habrá elementos que no serán contemplados, ya sea por resistencia o ignorancia, y que por lo tanto no podrán ser aplicados. Es justamente en este limbo teórico-práctico que hace su aparición, por segunda ocasión, el desacato técnico. Porque en este momento es forzoso hacer algo por el paciente aún a pesar de ignorar el procedimiento específico a llevar a cabo. Aquí toma cuerpo la teoría implícita, aquí la transferencia y el carisma del terapeuta son los que pueden llevar a buen puerto el destino, aunque sea, de esa sesión ya en las posteriores será cuestión del terapeuta investigar la técnica del Otro para ese tipo de situaciones.

Entonces, la ruptura de la técnica es algo que desde siempre está presente en la práctica clínica de cualquier terapeuta, es imposible prescindir de ella porque nunca se tienen los conocimientos suficientes y porque siempre hay exigencia de un algo más ante cada paciente. Como ignorancia implica el desconocimiento de una parte del espectro de competencias; como temeridad conlleva el riesgo de la rebeldía pero también la posibilidad de liderazgo pudiendo potenciar la concepción de un nuevo tipo de técnica y como desacato superyoico involucra la ruptura con el autor preferido o con el asesor, muchas veces como contratransferencia y otras tantas como resistencia. Es este último el mas peligroso de todos para la ruptura técnica porque inviste, en un grado mayor que los otros, aspectos incoscientes.

Así pues la ruptura técnica es una opción válida de manera ocasional cuya aparición plantea la necesidad de actualizarse pero que también posibilita la creación de un estilo propio de hacer psicoterapia; siempre involucrará aspectos de ignorancia, temeridad y desacato superyoico en su mayor parte inconscientes pero no por eso menos valiosos si se da la oportunidad de trabajarlos en el espacio del análisis didáctico.