Excluidos y Refugiados en la Formación Psi.
Existen dos figuras
políticas que aparecen constantemente dentro
del mundo de la formación clínica en el campo psi: los excluidos y refugiados.
Desde el momento en que alguien decide comenzar una
formación que desembocará en el ejercicio clínico sabe que junto con los
seminarios y las actualizaciones de carácter teórico tendrá también que llevar
a cabo prácticas empíricas. Es decir que durante un lapso su profesionalización estará determinada por el escrutinio que
la gerontocracia institucional lleve a
cabo sobre su desempeño, el cual estará mediado frecuentemente por la
entrega de documentación y evidencias.
Cuando un practicante, un prestador de servicio social o un
pasante se presenta en alguna institución para empezar una práctica empírica
requiere de todo un aparato burocrático (generación de documentos y evidencias
que comprueben su ejercicio y su apego a la normatividad vigente) que de cuenta
de todas sus actuaciones. Dicho aparato solo se encarga de almacenar los datos
mientras que la gestión de los mismos corre a cuenta del interesado (aunque
existan procedimientos que busquen simplificar dicha gestión). En ese momento el sujeto de la práctica solo puede
encargarse de tener en orden la mayor cantidad de elementos, pero su actuación
estará determinada por quienes funjan como supervisores.
La figura política
del excluido es aquel que se encuentra fuera de ciertos criterios de
consideración académica, lo que provoca que quede sin acceso o acceda
parcialmente a la práctica empírica. Ya sea debido al promedio bajo, al
insuficiente número de créditos, a su desfase semestral o a su pertenencia a
diversos planes de estudios va siendo relegado para la elección de los campos
de práctica. Termina por acomodarse en espacios
que no son de su interés o ejerciendo actividades más por obligación que por
convicción; ésta marginalización solo le deja el camino de la obediencia o
el del acto compulsivo y repetitivo, en caso de que realmente llegue a llevarlo
a cabo.
El refugiado es
aquel que accede a un centro de prácticas empíricas ajeno a la institución
donde llevó a cabo su formación teórica. No
pertenece a la institución a la que llega y está lejos de la institución a la
que pertenece. Estará condenado a ser siempre un forastero y a lidiar con
esa condición, es decir que será incluido como un excluido, como alguien
pasajero y eventual cuya existencia se da solamente en términos de su
adherencia a un rol predeterminado burocráticamente. Responde, como mínimo, a
un par de de demandas institucionales (la de origen y la de llegada) y debe
acoplarse a ellas lo que va a poner en entredicho su pertenencia e
identificación con ciertos referentes teórico-técnicos.
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