La actual crisis de
combustibles ha evidenciado algo: Somos iguales por lo que carecemos, no por
lo que poseemos. Es tal la herida narcisística infringida por el menoscabo
de gasolina que muchos han optado por conseguirla a cualquier precio, ante eso
otros han aprovechado para revenderla aparentemente obedeciendo a la ley de la
oferta y la demanda. Sin embargo esto es más complejo aún ya que implica
procesos de desfalisización.
Las largas filas en las
gasolineras han logrado una de las utopías
en donde las promesas políticas han fracasado: igualdad. En esas
interminables hileras de vehículos pueden verse mezclados coches último modelo,
camionetas todo terreno, utilitarios y automóviles desvencijados cuyas mejores
épocas hace mucho tiempo pasaron.
La noción de igualdad
implica la desaparición de las diferencias. Al menos durante su detenimiento en
la fila todos los vehículos son iguales, se asemejan en su condición de motores
inactivos; sólo será hasta que se pongan en marcha que reincorporarán -para sus
dueños- las diferencias de las que estaban dotados. Esta última particularidad
es la que sirve de palanca de cambio desde la política hasta la subjetividad. Los
sujetos de la fila están en posición de objetos, se ven desprovistos de su
status social al demandar un único tipo de mercancía: el combustible; hasta ahí
todos son iguales. Pero éste hidrocarburo dista mucho de ser solamente el
elemento que hará funcionar sus automotores, además les restituirá el
sentimiento de si que se irá recuperando conforme vuelvan a apropiarse del
manejo de su vehículo.
Basta recordar que las
agencias de venta de coches tienen identificados a los compradores según su
pertenencia a segmentos de mercado, lo que les permite ofrecerles ciertos tipos
de vehículos "acordes" a sus necesidades; una misma línea de coches
puede tener diferentes precios según los accesorios incluidos. Esto da como
resultado que un vehículo sea algo más que un medio de transporte, se vuelve
una extensión del yo, una insignia, una diferencia entre el yo y el resto
(no-yo).
Una vez que cada
automóvil sea recargado de combustible el narcisismo de su propietario
recuperará la "potencia" que había perdido al estar formado en la
fila. Esta es una de las razones por
las cuales los llamados virtuales a las protestas, paros y manifestaciones se
pierden como un conteo de likes en facebook. La razón es simple: la
convocatoria realizada en internet ofrece sólo un objeto discursivo que es bien
recibido y anhelado únicamente mientras no se accede al objeto mercancía (en
este caso la gasolina). La indignación del ciudadano en paro (que puede ser,
literalmente, quien se encuentra formado esperando para cargar gasolina o quien
está desempleado) se suma a la de otros "parados" solo mientras
comparten esta condición de igualdad; aquí se encuentran fusionados únicamente
por ligas libidinales, no por un lazo social o discursivo (como el promovido
por las incitaciones a la protesta hechas en redes sociales). Y toda vez que
han abandonado la gasolinera su identificación con el resto de la fila de
vehículos y ciudadanos en espera desaparece, con esto reaparece una
supuesta apatía ante la situación de desabasto.
Este fenómeno puede ser
percibido en los diferentes momentos en donde el incremento al precio de algún
producto o servicio afecta solamente a una parte de la población. Por ejemplo,
el alza al transporte público favorece las reclamaciones estudiantiles, no así
el aumento en el costo de los alimentos o medicinas (que a su vez generará
inconformidad en otros sectores). Es por eso que los propietarios de
automóviles se muestran tan cercanos unos a otros durante su estancia en la
fila de espera pero tan alejados en la misma proporción que pisan el acelerador
de su auto. Mientras carecían del combustible estaban desfalicizados, una
vez que lo adquieren creen recuperar ese falo (ese velo imaginario que cubre la
falta), de ahí que se vuelquen a manifestarlo ávidamente en redes sociales
haciendo un llamamiento a la unidad nacional y a las protestas masivas. Su
sentimiento de si ha sido restituido en la medida en que han podido llenar su
tanque (libidinal y de gasolina).
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