sábado, 25 de mayo de 2019

Excesos Y Restos De La Maternidad In(al)canzable.

Mtro. Rodolfo Zermeño Torres.


Vivimos en la época de la TECNO-CRIANZA, una vertiente de la capitalización de los cuerpos a los cuáles se les supone ignorantes y se les instruye en todo tipo de artificios para garantizar la llegada del nuevo ser, cuyo cuerpo se vuelve mas importante que el del cuerpo gest(ad)or. Es un período de tiempo en donde lo higiénico y lo tecnológico son más importantes que lo humano.

Lejos quedaron ya los tiempos de las funciones maternas/paternas (Winnicott) y la parentalidad (Lebovici). Con el acceso a las tecnologías de la información y comunicaciones se accede rápidamente a miles de consejos, diagnósticos y experiencias que van minando la capacidad de los cuidadores para el ejercicio personal de la crianza. La subjetividad de quien está en contacto con los infantes es constantemente vulnerada mediante artículos y recomendaciones supuestamente científicos. Esto deriva en una MATERNIZACIÓN, es decir en una mecanización de los cuidados donde lo más importante llega a ser la higiene en lugar de la interacción, y donde el cuidador pasa a convertirse en un registrador de datos que serán luego entregados para su análisis en manos de un experto; pareciera ser que en estos tiempos criar es una actividad permanentemente regulada por los imperativos del progreso.

Pero el mantenimiento de la progenie se ha vuelto igual de importante que su llegada. Se puede decir que se ha pasado de medicina de fertilización a la de FETILIZACIÓN, es decir que el cuerpo de la mujer se vuelve prioritario únicamente en la medida que es garante de la implantación del embrión y como contenedor del feto. En un exceso de políticas de sustentabilidad se le pone más atención a la generación venidera que a la actual.

Desde lo bio-político se espera por parte de la mujer un cuerpo dócil y un útero en optimas condiciones, mientras que desde lo psico-político se buscan cuidadores entusiasmados con los hitos evolutivos (biológicos, neurológicos, psicológicos) y ávidos de conocimientos tecno-científicos que les garanticen una CRIANZA DE PRIMER MUNDO (estandarizada de acuerdo a familias heteronormadas, blancas y burguesas); de ahí lo inalcanzable de la maternidad que siempre es insuficiente en relación con los modernos aportes pediátricos. Y para mantener bajo producción todos esos potenciales cuerpos gestantes se recurre a dos estrategias: miedo y tristeza de no poder procrear y cuidar eficientemente.

Existe también un reiterado acto de violencia caracterizado por la presión social y cultural hacia la maternidad colocada como estandarte de la feminidad lograda. Violencia que repercute en la creencia de que una mujer solo puede encontrarse a si misma hasta que lleva un hijo en su vientre o lo tiene entre sus brazos. Esto obedece a las dos instituciones sobre las que se fundamente la "FEMINIDAD OCCIDENTAL": la heterosexualidad y la maternidad, en donde cualquier comportamiento que amenace a éstas como los amores ilegítimos, el aborto y el lesbianismo, son catalogados como desviaciones y actos criminales.

Así mismo se deja a los cuidadores recurrentemente solos en su tarea lo que propicia que sus malestares sean acallados o volcados con la única persona que tienen a su disposición: el infante al que cuidan. Y una vez que ocurre eso el juicio llega a ser lapidario bajo la presión de tener que amar incondicionalmente a ese ser del que se hacen cargo. O sea que el imperativo es DEBER AMAR TODO EL TIEMPO. Lo que nunca se toma en cuenta es que ese malestar dirigido al la progenie es un último recurso despues de que todo lo demás se ha agotado.

De todo lo anterior puede desprenderse la idea de que la crianza (independientemente de quienes la ejerzan) es una nueva MODALIDAD DE ESCLAVITUD tanto para el cuidador como para quien es cuidado. La existencia de una multiplicidad de saberes que buscan conformar un sistema idealizado de protección y correcciones, van estandarizado las funciones y anulando el poco margen de acción para el vínculo más temprano e importante de los seres humanos. La imposición de la tecno-crianza aniquila la experiencia íntima de maternaje y paternaje volviéndola un asunto político susceptible de ser auditado y regulado por cualquiera que se sienta en posesión de saberes al respecto de la higiene y los cuidados.