En efecto, comparado con todos los otros sistemas, el
psicoanálisis es el más apropiado para trasmitir al estudiante un conocimiento
cabal de la psicología.
Sigmund Freud.
(1919[1918])
¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?
Es necesario hacer una pequeña aproximación al
concepto de "práctica profesional": La práctica se entiende como a)
lo pragmático (simple y facilón por excelencia) o b) la praxis (la conjunción
de teoría y técnica al servicio, en este caso, del paciente). Por otro lado lo
profesional es todo aquello que compete al desarrollo de una profesión (es
profesional todo aquel individuo preparado que recibe una remuneración por el
ejercicio de su actividad; éste encuentra su opuesto en el amateur).
Actualmente la "práctica profesional" está signada por el modo
pragmático en que una profesión encuentra soluciones a los problemas planteados
por las instituciones; es decir, la práctica profesional pasa a ser una
herramienta que busca amaestrar para el mercado.
En contraparte, la praxis vocacional, surge de un
lugar distinto, desde la subjetividad. Es la puesta en ejercicio del deseo de
intervenir en y desde el deseo propio. La praxis vocacional implica el
despliegue de un proyecto personal para la atención de un problema específico
detectado por un estudiante especialmente sensible a ciertos malestares; en
ella entran en juego la pasión y el placer.
La disciplina nunca podrá tomar el relevo cuando
el placer por una actividad se ha perdido. Si el practicante no disfruta la
experiencia profesional esto no podrá ser recuperado por vía de la imposición
sistemática de reglas.
El practicante es el
nuevo modelo de eficientización de recursos. La práctica profesional pagada
solventa, a bajo costo, áreas auxiliares de la industria cuya rotación es
constante y por lo tanto esperable. "Gratificar" a un estudiante es
mejor que pagar a un profesionista, y esto es un círculo vicioso.
Entendiendo que el
servicio debe ser cubierto por el cliente, la universidad privada privilegia la
docencia por encima de la investigación y la extensión (cultural y deportiva);
se vuelve más importante la incorporación de clientes para la supervivencia en
el mercado; esto a pesar del canibalismo de la misma red de universidades.
Si las tres profesiones
imposibles son educar, gobernar y psicoanalizar ¿Qué posibilidades existen de
una práctica profesional universitaria? ¿Qué se enseña? ¿Cómo se gobierna esa
práctica? ¿Qué tipo de clínica se realiza?
La universidad es una
institución social que RE-produce competencias según lo que le demanda la
iniciativa privada. Sin embargo la iniciativa privada no RE-quiere sujetos
liberales sino sujetos de producción. Además la universidad concentra y
controla los saberes para determinar relaciones de poder que permiten
"contar" la historia desde un solo lugar.
La licenciatura en
psicología es una carrera sui-generis compuesta mayormente por mujeres
pero dominada por hombres; la sumisión se vuelve la norma: ejercer desde lo que
el otro pide. En este caso el otro son todos aquellos a quienes la universidad
brinda servicio y provee con practicantes para su correcto funcionamiento desde
la mascarada de "la formación en la experiencia profesional".
Este modelo está basado
en la idea de "la competencia para el mercado laboral" en lugar de la
autogestión de la iniciativa, caso curioso en una profesión liberal como la
psicología.
La práctica profesional
es el primer encuentro sistematizado con el quehacer clínico organizado a
manera de un servicio de salud (público, privado o institucional). Como tal
cumple con el primero de los objetivos: acercar al alumno a la esfera laboral
extra-académica; pero deja de lado un segundo objetivo: el contacto con
clínicos de reconocida trayectoria.
La identidad profesional
es consolidada a través de las prácticas pero, si se carece de dicha identidad
o tendencia, el espacio de prácticas puede volverse una obscura premoción del
futuro que, lejos de alentar el seguimiento de la carrera, promueve la
claudicación del esfuerzo dando por resultado una deserción.
La práctica profesional
puede llegar a ser una desilusión total cuando al practicante lo único que le
muestran es: "mira: esto es lo que harás el resto de tu vida". Un
supervisor que no hace clínica provoca decepción en el estudiante quien no
puede ver en aquel un modelo de recorrido profesional.
Así mismo, el espacio de
la "super-visión" se convierte en un calabozo de torturas donde el
practicante se encuentra bajo la hiper-mirada del pseudo-experto quien, a su
vez, es objeto de una hipervigilancia institucional más preocupada por el
llenado de formatos para mantener el prestigio universitario frente a las
organizaciones públicas y privadas a quienes se les ofertó una amplia bolsa de
practicantes fieles, sumisos y eficientes.
Desde esta perspectiva
el panorama es completamente desalentador para el practicante quien, en lugar
de preguntarse ¿Qué me trae hoy el paciente? Se angustia ante la duda ¿Qué le
llevaré hoy al supervisor? Quien, a su vez, se encuentra atareado realizando
planes y programas para mantener ocupados a los practicantes dando así una
apariencia de efectividad.
Otra gran dificultad
emanada de esto es la ligereza con la que se tratan los incumplimientos de los
alumnos en las asignaturas del curriculum teórico. Aquí las autoridades suelen
apoyar mucho al alumno, tratando de mantener estable la matrícula de clientes y
así seguir generando ingreso; pero al momento de realizar actividades de
práctica profesional la exigencia se vuelve extrema, pues, del estricto apego a
las políticas y las fechas de entrega dependen las alianzas y planes de
cooperación con otras instituciones. Cualquier falla en las entregas devendrá
en pérdida de confianza hacia la universidad. El practicante pasa a ser un
empleado de la universidad aún sin haber egresado; es decir, acontece una
crisis de identidad: se le exige como profesionista contratado y se le desapega
de su identidad y autonomía.
Ésta última
circunstancia genera un falso-self. El practicante hace síntoma de su éxito
pues cree que lo único que puede esperar de los demás es la satisfacción total
de sus demandas.
Si bien todos los
practicantes son iguales, también es un hecho que todos los practicantes son
distintos. Un practicante es diferente al otro, y no es igual a si mismo en el
primer mes de sus prácticas que en el último semestre de su carrera. La
tendencia a la homologación y estandarización niega sistemáticamente dichas
diferencias y hace ver a todos los practicantes como iguales, exigiéndoles lo
mismo para los pacientes: atenderlos como iguales.
Proponer un mismo tipo
de atención es un absurdo para todo aquel que ha tenido experiencia clínica; lo
que con un paciente es adecuado con otro puede resultar desastroso. Reconocer
las diferencias subjetivas entre los practicantes promoverá que éstos
reconozcan, a su vez, las diferencias entre sus pacientes.
*Conferencia dictada en la "Semana de Psicología UTAN 2016".