miércoles, 5 de junio de 2013

La Actividad de Representación desde el Narcisismo y la Socialización



Mtro. Rodolfo Zermeño Torres.

Comenta Piera Aulagnier (1997: 23 y 24) “Por actividad de representación entendemos el equivalente psíquico al trabajo de metabolización característico de la actividad orgánica. Este último puede definirse como la función mediante la cual se rechaza un elemento heterogéneo respecto de la estructura celular o, inversamente, de lo transforma en un material que se convierte en homogéneo a el. […] el término ‘elemento’ engloba aquí a dos conjuntos de objetos: aquellos cuyo aporte es necesario para el funcionamiento del sistema y aquellos cuya presencia se impone a este último, el cual se encuentra ante la imposibilidad de ignorar la acción de aquel que se manifiesta en su propio campo”. Esto implicaría que hay representaciones que se generan desde el individuo y representaciones que le son impuestas.

Ambos tipos de representaciones tendrían una relación muy particular con las pulsiones de vida y muerte desde el punto de vista del narcisismo y la socialización. En este ensayo se pretenderá demostrar como las representaciones impuestas desde afuera (violencia primaria o secundaria) van marcando el psiquismo para amoldarlo a las exigencias culturales, imponiendo una adaptación y prolongando la vida, es decir que estaría del lado de la pulsión de vida; pero, por otro lado, las representaciones propias autoengendradas (fantasías originarias con las que todos nacemos) constituirían la base de la subjetividad y estarían inclinadas hacia la pulsión de muerte. Todo esto exigiría un giro a las concepciones clásicas de pulsión de vida y muerte, entendiendo la primera como adaptación y manifestación del deseo del otro, y la segunda como subjetividad y manifestación del deseo individual.


La pulsión de vida y la cultura ante la pulsión de muerte y la subjetividad.

El origen del sujeto está en el deseo, pero este deseo lo precede ya que sus padres lo anteceden y a estos los antecede la cultura. Es ahí donde aparece la escisión original del sujeto: donde debe dividirse en un sujeto de, y, para la cultura y un sujeto del inconsciente. Ambas sujeciones tienden a la perpetuación pero con objetivos y alcances opuestos ya que mientras la cultura se conserve el deseo individual se atenúa.

Desde este punto de vista la pulsión de muerte es la salvaguarda del sujeto psíquico pues promueve en él el cumplimiento de su deseo único e individual: la tendencia a la muerte, anulando de esa manera la propensión a la perpetuación de la especie (no de la vida)[1] propia de la cultura. Es decir que la pulsión de vida estaría al servicio de la cultura y la pulsión de muerte al servicio del inconsciente: “La meta de toda vida es la muerte; y, retrospectivamente: Lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo. […]En algún momento se suscitaron en la materia inanimada las propiedades de la vida. […] La tensión así generada en el material hasta entonces inanimado pugnó después por nivelarse; así nació la primera pulsión, la de regresar a lo inanimado. […]Acaso son estos rodeos para llegar a la muerte, retenidos fielmente por las pulsiones conservadoras, los que hoy nos ofrecen el cuadro de los fenómenos vitales. […] las pulsiones de autoconservación, de poder y de ser reconocido, caen por tierra; son pulsiones parciales destinadas a asegurar el camino hacia la muerte peculiar del organismo y a alejar otras posibilidades de regreso a lo inorgánico que no sean las inmanentes. […] el organismo sólo quiere morir a su manera, también estos guardianes de la vida fueron originariamente alabarderos de la muerte”. Freud, S (1997b)

Sin embargo el fallecimiento es solo uno de los caminos de la pulsión de muerte. Si la pulsión de muerte fuera entendida singularmente como el retorno a lo inorgánico se estaría de acuerdo que el fin de la vida es el único camino posible, pero si se le entiende como lo opuesto a la pulsión de vida, y por ende opuesto a la cultura, entonces la subjetividad sería otro de sus senderos. Esto podría entenderse mejor desde la perspectiva de Silvia Bleichmar (1987, 1992, 2006) que distingue al sujeto de la ética (propia del deseo inconsciente) del sujeto disciplinado (propio del sujeto de la cultura).

Continuando con esta lógica podría mencionarse que el conflicto entre la pulsión de vida y muerte, y por ende entre la cultura y la subjetividad, tiene muchas formas de resolverse. La principal sería la tendencia a la repetición en donde se busca perpetuar lo acontecido anteriormente, sin embargo existen también otros caminos: “Freud postula que la represión funda la diferencia entre los sistemas inconsciente y preconsciente-consciente, y que antes de esto son los otros destinos pulsionales –el retorno sobre la persona propia y la transformación en lo contrario– los que pueden actuar como defensa. La represión originaria, era, por otra parte, en esta formulación freudiana, la condición de transformación de placer en displacer en relación con la pulsión, porque la posibilidad de ejercicio del placer en un sistema se convertía en displacer en el otro sistema. […] si la teoría de la represión es la piedra angular sobre la que reposa en psicoanálisis la teoría de las neurosis, lo es a partir de marcar su correlación con el concepto de inconsciente y, por ende, de sujeto escindido, es decir, de sujeto en conflicto”. Bleichmar, S. (1999: 20). La represión originaria estaría en la base de la constitución del sujeto del inconsciente, pues es ella quien promueve la división fundamental que ahora se sitúa en otro eje: placer-displacer.

Es decir que el sujeto del inconsciente se constituye a través de la represión originaria porque este placer tan individual no dejaría lugar al placer cultural, poniendo de esa manera en riesgo la continuidad del grupo o familia. La represión operaría “cuando la satisfacción de una pulsión (susceptible de procurar por sí misma placer) ofrecería el peligro de provocar displacer en virtud de otras exigencias”. Freud, S. (1997a)

Sin embargo no todas las soluciones al conflicto deben repetirlo, suprimirlo o contrarrestarlo, la sublimación permite la emergencia de la subjetividad socialmente aceptable y constructiva, favoreciendo de esa manera una canalización adecuada de los propios deseos y pulsiones, un recorrido que permitiría, desde el narcisismo, el acceso al placer individual sin poner en riesgo a la cultura.

Pero también desde la arista cultural existe un mecanismo similar: las festividades y vacaciones, en donde las exigencias culturales son temporalmente desactivadas y promovidos el deseo y satisfacción individual, todo esto mediante la regresión. “Cuanto mayor es la demanda del proceso sociocultural tanto mayor la defensa regresiva. […] en las fiestas individuales, que generalmente sirven al propósito regresivo de negar un contenido persecutorio o doloroso, también impera un factor temporal: deben durar un plazo mas o menos breve, habitualmente un día (cumpleaños, aniversarios diversos, etc.) y contener un significado adaptativo. Por ello la fiesta requiere un pretexto, es decir se hace para festejar ‘un acontecimiento’ que oculta una reacción dolorosa de aniversario que es el elemento específico negado para configurar la adaptación que representa la regresión transitoria”. Rascovsky, A. (1975: 124 y 127). Esto sin embargo estaría imbricado en tradiciones culturales que serían formas de compulsión a la repetición.

Visto así, la acción de la madre sobre el incipiente psiquismo infantil, facilitaría el desarrollo de las vicisitudes de la pulsión de vida y pulsión de muerte. En el caso de la primera favorecería la adaptación a la cultura y al estatus quo reinante; en el segundo caso posibilitaría el desarrollo del propio deseo y la apertura de senderos alternativos para el deseo personal: “La función materna ocupa un lugar princeps en su doble carácter: en tanto es capaz de generar un plus de placer que no se reduce a lo autoconservativo mediante los procesos de pulsación que dan origen a las inscripciones de los objetos originarios, y en sus aspectos ligadores, de apertura de los sistemas deseantes a partir de nuevas vías de placer que no quedan reducidas ni fijadas a la satisfacción pulsional más inmediata” Bleichmar, S. (1992: 11).

De este modo la realidad estaría equiparada con lo social, entendiendo que esto no garantiza una realidad objetiva sino una realidad socializada; se nos enseña a percibir y pensar ciertas cosas. Visto así la represión caería sobre la subjetividad no sobre la realidad cultural supuestamente objetiva (porque esta es validada socialmente) ya que la subjetividad (en forma de fantasías) llenaría los huecos de la realidad. Desde esta perspectiva las cadenas significantes comenzarían a formarse en el momento en que se confrontan el deseo socializado (deseo del otro) y la subjetividad (deseo propio). “‘El inconsciente está afuera’ también puede entenderse […] en el sentido en el cual el inconsciente designa una zona de la realidad objetiva que no se ha constituido por completo, y que solo existe como un exceso por encima de si mismo. […] la represión llena los huecos de la realidad objetiva. […] las distorsiones subjetivas no son distorsiones de algo que existe objetivamente de otra manera, son distorsiones en el espacio de algo que no es” Zupancic, A. (2013: 37 y 38). Si los significantes que privan son los culturales el sujeto pasa a borrarse, pero si los que dominan son los subjetivos se da lugar a la creatividad, pero un exceso de estos últimos promovería una caída en la psicosis.


Referencias.

Bleichmar, S. (1987). En Los Orígenes del Sujeto Psíquico. Buenos Aires: Amorrortu.
-------- (1992). Fundación de lo Inconsciente, La. Buenos Aires: Amorrortu.
-------- (1999). En los Orígenes del Sujeto Psíquico. Del Mito a la Historia. Buenos Aires: Amorrortu.
-------- (2006). Construcción del Sujeto Ético, La. Clase #1. Fecha de edición: 10 de abril de 2006. Fecha de revisión: 31 de mayo de 2013. disponible en: http://www.silviableichmar.com/framesilvia.htm
------- (2011). Construcción del Sujeto Ético, La. Buenos Aires: Paidós.
Caruso, I. (2006). Narcisismo y Socioalización. Fundamentos Psicogenéticos de la Conducta Social. (8va edición en español). México: Siglo XXI.
Dolto, F. (1991). Causa de los Niños, La. México: Paidós.
Freud, S. (1997a). Represión, La.  (Vol. XIV) (Trad. de J. Strachey). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo originalmente publicado en 1915).
------- (1997b). Más Allá del Principio del Placer. (Vol. XVIII) (Trad. de J. Strachey). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo originalmente publicado en 1920).
Rascovsky, A. (1975). Matanza de los Hijos y Otros Ensayos, La. Buenos Aires: Kagierman.
Rodulfo, R. (1989). Niño y el Significante, El. Un Estudio sobre las Funciones del Jugar en la Constitución Temprana. Buenos Aires: Paidós.
Zupancic, A. (2013). ¿Por qué el Psicoanálisis? Cuatro Intervenciones. México: Paradiso.


[1] Es importante puntualizar que es diferente perpetuar la especie que la vida. Perpetuar la especie es eternizar a cultura, en cambio perpetuar la vida es dejar un legado personal.