Mtro. Rodolfo Zermeño Torres.
Comenta Piera
Aulagnier (1997: 23 y 24) “Por actividad
de representación entendemos el equivalente psíquico al trabajo de
metabolización característico de la actividad orgánica. Este último puede
definirse como la función mediante la cual se rechaza un elemento heterogéneo
respecto de la estructura celular o, inversamente, de lo transforma en un
material que se convierte en homogéneo a el. […] el término ‘elemento’ engloba
aquí a dos conjuntos de objetos: aquellos cuyo aporte es necesario para el
funcionamiento del sistema y aquellos cuya presencia se impone a este último,
el cual se encuentra ante la imposibilidad de ignorar la acción de aquel que se
manifiesta en su propio campo”. Esto implicaría que hay representaciones
que se generan desde el individuo y representaciones que le son impuestas.
Ambos tipos de
representaciones tendrían una relación muy particular con las pulsiones de vida
y muerte desde el punto de vista del narcisismo y la socialización. En este
ensayo se pretenderá demostrar como las representaciones impuestas desde afuera
(violencia primaria o secundaria) van marcando el psiquismo para amoldarlo a
las exigencias culturales, imponiendo una adaptación y prolongando la vida, es
decir que estaría del lado de la pulsión de vida; pero, por otro lado, las
representaciones propias autoengendradas (fantasías originarias con las que
todos nacemos) constituirían la base de la subjetividad y estarían inclinadas
hacia la pulsión de muerte. Todo esto exigiría un giro a las concepciones
clásicas de pulsión de vida y muerte, entendiendo la primera como adaptación y
manifestación del deseo del otro, y la segunda como subjetividad y manifestación
del deseo individual.
La pulsión de vida y la cultura ante la
pulsión de muerte y la subjetividad.
El origen del
sujeto está en el deseo, pero este deseo lo precede ya que sus padres lo
anteceden y a estos los antecede la cultura. Es ahí donde aparece la escisión
original del sujeto: donde debe dividirse en un sujeto de, y, para la cultura y
un sujeto del inconsciente. Ambas sujeciones tienden a la perpetuación pero con
objetivos y alcances opuestos ya que mientras la cultura se conserve el deseo
individual se atenúa.
Desde este punto
de vista la pulsión de muerte es la salvaguarda del sujeto psíquico pues
promueve en él el cumplimiento de su deseo único e individual: la tendencia a
la muerte, anulando de esa manera la propensión a la perpetuación de la especie
(no de la vida)[1] propia
de la cultura. Es decir que la pulsión de vida estaría al servicio de la
cultura y la pulsión de muerte al servicio del inconsciente: “La
meta de toda vida es la muerte; y, retrospectivamente: Lo inanimado estuvo ahí
antes que lo vivo. […]En algún momento se suscitaron en la materia inanimada
las propiedades de la vida. […] La tensión así generada en el material hasta
entonces inanimado pugnó después por nivelarse; así nació la primera pulsión,
la de regresar a lo inanimado. […]Acaso son estos rodeos para
llegar a la muerte, retenidos fielmente por las pulsiones conservadoras, los
que hoy nos ofrecen el cuadro de los fenómenos vitales. […] las pulsiones de
autoconservación, de poder y de ser reconocido, caen por tierra; son pulsiones
parciales destinadas a asegurar el camino hacia la muerte peculiar del
organismo y a alejar otras posibilidades de regreso a lo inorgánico que no sean
las inmanentes. […] el organismo sólo
quiere morir a su manera, también estos guardianes de la vida fueron
originariamente alabarderos de la muerte”. Freud, S (1997b)
Sin embargo el
fallecimiento es solo uno de los caminos de la pulsión de muerte. Si la pulsión
de muerte fuera entendida singularmente como el retorno a lo inorgánico se
estaría de acuerdo que el fin de la vida es el único camino posible, pero si se
le entiende como lo opuesto a la pulsión de vida, y por ende opuesto a la
cultura, entonces la subjetividad sería otro de sus senderos. Esto podría
entenderse mejor desde la perspectiva de Silvia Bleichmar (1987, 1992, 2006)
que distingue al sujeto de la ética (propia del deseo inconsciente) del sujeto
disciplinado (propio del sujeto de la cultura).
Continuando con
esta lógica podría mencionarse que el conflicto entre la pulsión de vida y
muerte, y por ende entre la cultura y la subjetividad, tiene muchas formas de
resolverse. La principal sería la tendencia a la repetición en donde se busca
perpetuar lo acontecido anteriormente, sin embargo existen también otros
caminos: “Freud postula que la represión
funda la diferencia entre los sistemas inconsciente y preconsciente-consciente,
y que antes de esto son los otros destinos pulsionales –el retorno sobre la
persona propia y la transformación en lo contrario– los que pueden actuar como
defensa. La represión originaria, era, por otra parte, en esta formulación
freudiana, la condición de transformación de placer en displacer en relación
con la pulsión, porque la posibilidad de ejercicio del placer en un sistema se
convertía en displacer en el otro sistema. […] si la teoría de la represión es
la piedra angular sobre la que reposa en psicoanálisis la teoría de las
neurosis, lo es a partir de marcar su correlación con el concepto de
inconsciente y, por ende, de sujeto escindido, es decir, de sujeto en conflicto”.
Bleichmar, S. (1999: 20). La represión originaria estaría en la base de la
constitución del sujeto del inconsciente, pues es ella quien promueve la
división fundamental que ahora se sitúa en otro eje: placer-displacer.
Es decir que el
sujeto del inconsciente se constituye a través de la represión originaria
porque este placer tan individual no dejaría lugar al placer cultural, poniendo
de esa manera en riesgo la continuidad del grupo o familia. La represión
operaría “cuando la satisfacción de una pulsión (susceptible de procurar por sí misma
placer) ofrecería el peligro de provocar displacer en virtud de otras
exigencias”. Freud, S. (1997a)
Sin embargo no
todas las soluciones al conflicto deben repetirlo, suprimirlo o
contrarrestarlo, la sublimación permite la emergencia de la subjetividad
socialmente aceptable y constructiva, favoreciendo de esa manera una
canalización adecuada de los propios deseos y pulsiones, un recorrido que
permitiría, desde el narcisismo, el acceso al placer individual sin poner en
riesgo a la cultura.
Pero también
desde la arista cultural existe un mecanismo similar: las festividades y
vacaciones, en donde las exigencias culturales son temporalmente desactivadas y
promovidos el deseo y satisfacción individual, todo esto mediante la regresión.
“Cuanto mayor es la demanda del proceso
sociocultural tanto mayor la defensa regresiva. […] en las fiestas
individuales, que generalmente sirven al propósito regresivo de negar un
contenido persecutorio o doloroso, también impera un factor temporal: deben
durar un plazo mas o menos breve, habitualmente un día (cumpleaños,
aniversarios diversos, etc.) y contener un significado adaptativo. Por ello la
fiesta requiere un pretexto, es decir se hace para festejar ‘un acontecimiento’
que oculta una reacción dolorosa de aniversario que es el elemento específico
negado para configurar la adaptación que representa la regresión transitoria”.
Rascovsky, A. (1975: 124 y 127). Esto sin embargo estaría imbricado en
tradiciones culturales que serían formas de compulsión a la repetición.
Visto así, la
acción de la madre sobre el incipiente psiquismo infantil, facilitaría el
desarrollo de las vicisitudes de la pulsión de vida y pulsión de muerte. En el
caso de la primera favorecería la adaptación a la cultura y al estatus quo
reinante; en el segundo caso posibilitaría el desarrollo del propio deseo y la
apertura de senderos alternativos para el deseo personal: “La función materna ocupa un lugar princeps en su doble carácter: en
tanto es capaz de generar un plus de placer que no se reduce a lo
autoconservativo mediante los procesos de pulsación que dan origen a las
inscripciones de los objetos originarios, y en sus aspectos ligadores, de
apertura de los sistemas deseantes a partir de nuevas vías de placer que no
quedan reducidas ni fijadas a la satisfacción pulsional más inmediata”
Bleichmar, S. (1992: 11).
De este modo la
realidad estaría equiparada con lo social, entendiendo que esto no garantiza
una realidad objetiva sino una realidad socializada; se nos enseña a percibir y
pensar ciertas cosas. Visto así la represión caería sobre la subjetividad no
sobre la realidad cultural supuestamente objetiva (porque esta es validada
socialmente) ya que la subjetividad (en forma de fantasías) llenaría los huecos
de la realidad. Desde esta perspectiva las cadenas significantes comenzarían a
formarse en el momento en que se confrontan el deseo socializado (deseo del
otro) y la subjetividad (deseo propio). “‘El
inconsciente está afuera’ también puede entenderse […] en el sentido en el cual
el inconsciente designa una zona de la realidad objetiva que no se ha
constituido por completo, y que solo existe como un exceso por encima de si
mismo. […] la represión llena los huecos de la realidad objetiva. […] las distorsiones
subjetivas no son distorsiones de algo que existe objetivamente de otra manera,
son distorsiones en el espacio de algo que no es” Zupancic, A. (2013: 37 y
38). Si los significantes que privan son los culturales el sujeto pasa a
borrarse, pero si los que dominan son los subjetivos se da lugar a la
creatividad, pero un exceso de estos últimos promovería una caída en la
psicosis.
Referencias.
Bleichmar, S. (1987). En Los
Orígenes del Sujeto Psíquico. Buenos Aires: Amorrortu.
-------- (1992). Fundación de lo
Inconsciente, La. Buenos Aires: Amorrortu.
-------- (1999). En los Orígenes
del Sujeto Psíquico. Del Mito a la Historia. Buenos Aires: Amorrortu.
-------- (2006). Construcción
del Sujeto Ético, La. Clase #1.
Fecha de edición: 10 de abril de 2006. Fecha de revisión: 31 de mayo de 2013.
disponible en: http://www.silviableichmar.com/framesilvia.htm
------- (2011). Construcción del
Sujeto Ético, La. Buenos Aires: Paidós.
Caruso, I. (2006). Narcisismo y Socioalización. Fundamentos
Psicogenéticos de la Conducta Social. (8va edición en español). México:
Siglo XXI.
Dolto, F. (1991). Causa de los Niños, La. México: Paidós.
Freud,
S. (1997a). Represión, La. (Vol. XIV) (Trad. de J. Strachey). Buenos Aires: Amorrortu.
(Trabajo originalmente publicado en 1915).
------- (1997b).
Más Allá del Principio del Placer. (Vol. XVIII) (Trad. de J.
Strachey). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo originalmente publicado en 1920).
Rascovsky,
A. (1975). Matanza de los Hijos y Otros
Ensayos, La. Buenos Aires: Kagierman.
Rodulfo,
R. (1989). Niño y el Significante, El.
Un Estudio sobre las Funciones del Jugar
en la Constitución Temprana. Buenos Aires: Paidós.
Zupancic, A. (2013).
¿Por qué el Psicoanálisis? Cuatro Intervenciones. México: Paradiso.
[1] Es importante puntualizar que es diferente
perpetuar la especie que la vida. Perpetuar la especie es eternizar a cultura,
en cambio perpetuar la vida es dejar un legado personal.