“Cuando un órgano está al servicio de dos finalidades exagera la
parte erógena”.
Sigmund Freud.
“El psicoanálisis no puede detenerse ni se detendrá frente al
sufrimiento orgánico. Queda por verse hasta donde se extenderá su poder”.
George Groddeck.
Considerando que el
inconsciente está estructurado como un lenguaje debe notarse entonces que el
cuerpo es el lugar del lenguaje más primitivo y más profundo: lo pre-verbal.
Antes del acceso a la palabra solo existía el organismo como medio de
comunicación.
Esta sencilla exposición
contradice siglos y siglos de tradición médica. El médico suele conceder una
división ficticia de psique y cuerpo, cuando realidad la escisión básica es
entre consciente e inconsciente. George Groddeck –definido a si mismo como
psicoanalista profano– comprendió claramente esto y desarrolló una tradición
clínica centrada en la medicina psicosomática. Para Groddeck el ser humano era
vivido por el Ello y era este quien se manifestaba en todo acto humano. “El
ser humano depende del Ello inconsciente, que hace con el ser humano lo que
quiere. Este no puede actuar como desea, sino como lo quiere el Ello.
Aprendiendo a conocer al Ello se puede influir sobre él.” Groddeck; G.
(1983: 269)
Según Groddeck la
existencia humana esta signada siempre por la vida infantil y por ende el Ello
es amo y señor del vivir: “El ser humano no tiene edad, o tiene todas las
edades por las que ha pasado. […] Es resultado de la vida humana es ser un
niño.” Groddeck, G. (2008: 11). Debido a esto es menester de todo
psicoanalista revisar la vida infantil para localizar en ella los sufrimientos
causados por los deseos y hostilidades que fueron mal canalizados y que
incapacitan a las personas para disfrutar la vida.
Basados en lo anterior
no es de sorprender que el niño pequeño se encuentra propenso a un sin fin de
padecimientos que mortifican a los padres e incluso obstruyen sus planes y
proyectos. Todas las enfermedades de los infantes tienen el sentido de una
comunicación, de un decir algo hacia sus progenitores o, en otros casos, de
unos padres que se dicen algo a si mismos a través de sus hijos.
Esta modalidad de
interacción no es exclusiva de la infancia –si bien es ahí donde se ubica su
génesis– sino que se mantiene a lo largo de toda la vida de los seres humanos
por la simple y sencilla razón de que las palabras siempre fallan al momento de
querer expresar algo. Una lágrima, un gesto e incluso un padecimiento son
siempre más elocuentes que el discurso más elaborado, y configuran una
comunicación más plena de sentido que las palabras.
El inconveniente de este
lenguaje preverbal se observa en la más extrema de sus manifestaciones: los
padecimientos orgánicos. Estos tienen una doble función para el ser humano, por
un lado son un intento de satisfacción y curación y por otro son formas de
comunicación con el otro y con uno mismo.
Es difícil comprender la
forma en que una enfermedad puede ser al mismo tiempo una curación; al menos
para el médico esto puede parecer un absurdo, no así para el psicoanalista que
comprende la dinámica psíquica: “Toda enfermedad tiene como finalidad
paralizar ciertos trastornos del alma, y volverlos inofensivos; por ejemplo,
tener dolores de cabeza para no seguir pensando, o vómitos para no comer algo,
o dolores de muelas para no masticar determinadas cosas” Groddeck, G.
(1983: 178). Esto suele ser muy familiar en el caso de síntomas psíquicos pero
opera de la misma manera para cualquier padecimiento orgánico, ya el mismo
Groddeck nos recordaba como las enfermedades son los sueños orgánicos del
cuerpo, desde el punto de vista de un deseo reprimido que busca su satisfacción
por caminos disimulados. “La prohibición puede reprimir el deseo, desviarlo
de su natural sentido y dirección, pero lo que no puede es matarlo. Lo único
que hace es obligarle a buscar su satisfacción por otros caminos. […] El deseo
reprimido reaparece disfrazado de enfermedad, de cualquier clase de enfermedad,
sea orgánica o funcional” Groddeck, G. (2008: 107 y 108)
Desde esta perspectiva
groddeckiana el síntoma posee una finalidad y esta puede ser explorada a la
manera de cualquier otro síntoma: “Creía que ‘la sensación de enfermedad
puede eliminarse con frecuencia o reducirse considerablemente cuando uno se
hace a si mismo la pregunta: ¿A fin de que puede servirme este síntoma?’”. Groddeck, citado por Grossman, C.M. y Grossman, S.
(1967: 64). Incluso dentro de la misma indagación se puede encontrar también la
génesis de su tratamiento. “Muchas curaciones milagrosamente fáciles que
atribuimos a la sugestión o a la influencia personal del médico deben
atribuirse básicamente a la repentina comprensión del ello de que la persona no
necesitará ya de esta o de aquella protección. La idea de que, a la inversa uno
pueda, mediante la intervención física en la materialidad del Ello, modificar
el cuerpo del hombre para conducirlo de la enfermedad a la salud o a la
inversa, parece extraño, pero se ha dado por sabido desde que el mundo existe
[…] ambos procesos resultan finalmente lo mismo”. Idem: 64.
Es gracias a esta última observación donde puede
notarse como el lenguaje del cuerpo va siempre dirigido al otro, es decir que
el intento de satisfacción no pasa solo por lo individual sino que además es
una tentativa de comunicación con el otro; un tributo que se paga por el
vínculo, una hipoteca adquirida de antemano para tener el amor del otro. “El
síntoma del niño se encuentra en el lugar de la respuesta a lo que hay de
sintomático en la estructura familiar” Lacan citado por Cordie, A (1994: 32).
Este sentido de
comunicación coloca al cuerpo como un discurso, un nombre indecible que solo
puede ser mencionado a través de un sufrimiento porque es la única llamada a la
que el otro responde. El otro ya sea como testigo o como objeto de una demanda.
“La palabra/discurso del paciente se dirige simultáneamente a mi, a él y al
otro” Green, A. (2005: 73 y 74). Es curioso ver como el síntoma orgánico
cumple la función de llamar la atención y de mantenerse siempre al pendiente de
él; porque es justamente eso lo que ocurre cuando se verbaliza el malestar y se
acude con el médico esperando de él una respuesta, solo que en este caso la
persona a quien se dirige la demanda no es la figura original sino solo un
pobre substituto. La visita al médico representa el intento de vincularse con
la madre; debe recordarse que el primer médico de los seres humanos fue la
propia progenitora al prodigar cuidados y atención ante cualquier malestar. De
este modo se busca entonces ese reencuentro, pero se lo busca neuróticamente.
El sujeto enfermo es
entonces un comunicador que espera la respuesta del otro, pero su comunicación
se encuentra obturada, desordenada, desfasada. El lenguaje del cuerpo tiene esa
particularidad de desorganización y a la vez de difusión masiva de mensajes
que, desde la lógica formal, es anárquica pero que desde la lógica del
inconsciente es más directa. “Si se logra inducir a alguien a hablar con
palabras aisladas, no con frases, se alcanza un punto de apoyo que lleva mucho
mas lejos de lo que puede comunicar mediante la construcción lógica de
oraciones”. Groddeck, G. (1983: 262). Visto así el lenguaje verbal
poco a poco se manifiesta como insuficiente y va obligando al sujeto a recurrir
a una expresión más regresiva. “El individuo tiene tendencia a ordenarlo
todo, una tendencia que también se encuentra en el habla gramatical. Se ordenan
los pensamientos porque se piensa que el otro no nos comprende, o que está
molesto, o que se burla de nosotros.” Idem: 262.
La relación con el
médico, observada desde este ángulo, se tiñe de ambivalencia y se articula en
una demanda originalmente dirigida hacia la madre. Se espera del médico pues
una respuesta como se esperaba de la madre, se coloca uno mismo en disposición
de recibir cuidados y al médico se le ubica en la posición de prodigarlos. ¿Qué
ocurre entonces cuando el médico rechaza esta posición, o cuando el paciente
cree que este lo hace? La enfermedad se agrava, la demanda se vuelve mas fuerte
y el lenguaje mas primitivo; el paciente enojado se abandona a fantasías donde
supone que el médico lo coloca a él en último lugar de sus preferencias y actúa
acorde a estas fantasías: “El enfermo quiere hacerle comprender al médico
que no se preocupa lo suficiente por él, que tiene otras ideas en la cabeza y
no se merece en lo absoluto que el sane. El inconsciente concibe la cura como
una recompensa para el médico. Si el médico no se ha esforzado, si ha puesto
mala cara, si ha olvidado algo, al día siguiente se lo castiga sin la menor
piedad”. Groddeck, G. (1983: 268). Es en ese momento en el que el paciente
requiere mas que nunca de la palabra del médico; una palabra plena de sentido
que le permita comprender su malestar físico pero también abordar sus fantasías
de sentirse no querido. Es ahí donde el psicoanálisis realiza una gran
aportación a la medicina psicosomática ya que la interpretación llena ambos
caminos: por un lado pone en palabras lo que estaba a nivel del cuerpo y por
otro arroja luz sobre la transferencia del paciente.
Ahora, como es bien
sabido por los psicoanalistas, hay una sobredeterminación psíquica que está en
el núcleo de todo malestar. Los deseos de venganza contra el médico-madre no
son los únicos que agravan la enfermedad o lentifican el tratamiento y la
recuperación; esto puede ser también debido al masoquismo inherente del
paciente. “La resistencia del enfermo al médico es el objeto de todo
tratamiento. El Ello no quiere de ningún modo curarse de antemano, por mucho
que la enfermedad atormente al enfermo. Al contrario, la existencia de la
enfermedad prueba, que a pesar de todas las protestas, esfuerzos y lamentos del
hombre consciente, que este hombre quiere estar enfermo. Esto es importante, el
querer. El enfermo quiere estar enfermo y se defiende de la curación […]. Es
siempre muy útil examinar detalladamente las objeciones que presenta una
resistencia tal al médico; revelan muchísimas cosas sobre el enfermo mismo”.
Groddeck, G. (2008: 119 y 120)
Haciendo énfasis en lo
anterior se comprenderá que el síntoma psicosomático es el eslabón perdido
entre cuerpo y psique. Sin embargo existen otros padecimientos que involucran
lo psíquico y lo orgánico y que merecen un abordaje diferente al que se da en
la psicosomática groddeckiana; esto son la histeria de conversión y la
hipocondriasis[1].
Se considera
psicosomático únicamente aquello en donde existe una enfermedad orgánica real
que es además agravada por un conflicto psíquico. A manera de analogía podría
utilizarse el ejemplo de los relámpagos. Estos siempre llegarán a la tierra
pero buscarán el camino más sencillo para hacerlo, siendo así, la existencia de
un árbol o un pararrayos permitirán un contacto más próximo con el tan ansiado
suelo; de la misma manera opera el mecanismo psicosomático, es decir, que el
deseo reprimido toma como pretexto al malestar físico para manifestarse. “Siempre que los síntomas físicos son consecuencias
de actitudes ICC de carácter crónico está indicado el psicoanálisis, con el
objeto de hacer CC dicha actitud y superarla”. Fenichel, O. (1994: 303).
Debido a lo anterior se
entiende la insuficiencia de los tratamientos médicos para los malestares tanto
agudos como crónicos. Colocar el sentido del síntoma solo a nivel de
estructuras fisiológicas es darle una denominación accesible a la bioquímica y
provocar en el paciente la necesidad de ser nombrado por el otro, encontrando
en la certeza médica una verdad que solo debería corresponderle a él mismo. “Los tratamientos medicamentosos alivian sólo
pasajeramente el dolor al enfermo, pero al mismo tiempo le hacen más incapaz
para elaborar sus conflictos psíquicos inconscientes, con lo que se someten mas
a ellos y a sus consecuencias desfavorables”. Garma, A. (1993: 365).
Para finalizar es
necesario puntualizar que la psicosomática es otro de los caminos abiertos a la
exploración psicoanalítica y que los padecimientos orgánicos pueden arrojar
información sobre la historia del paciente pues funcionan de la misma manera
que cualquier otro discurso. Incluso el abordaje de los mismos depararía para
el paciente un apoyo para el mejoramiento de su estado físico. “Para quien,
como yo, es la enfermedad una manifestación vital del organismo, no verá ya en
ella a ningún enemigo. Ya no se le ocurrirá más el combatir la enfermedad, no
pretenderá curarla, y ni siquiera tratarla. […] Desde el momento en que me doy
cuenta de que la enfermedad es una creación del enfermo es para mí lo mismo que
su manera de andar, de hablar, que los gestos de su rostro, el movimiento de
sus manos, los dibujos que realiza, la casa que ha construido, el negocio que
ha concluido o el derrotero que siguen sus pensamientos […]. La enfermedad no
es ya algo anormal […]. Trataré de enterarme de porque y con que objeto el Ello
se vale de un hablar, escribir o construir defectuosos o de una enfermedad y lo
que con ello quiere decir.” Groddeck, G. (2008: 260 y 262)”.
En función de lo
anterior debe acotarse que el análisis del trastorno psicosomático tiende a
darse sobre las actitudes inconscientes y que su abordaje exige ciertas
modificaciones técnicas pues el discurso sobre el cual trabaja no tiene el
carácter lingüístico de las demás producciones del paciente. “Si el enfermo
supiera porque tiene esa enfermedad, estaría ya casi del todo curado. El
propósito del tratamiento es descubrir: ¿Por qué he enfermado?” Groddeck,
G. (1983: 260)
Cordie, A
(1994) Retrasados no existen, Los. Psicoanálisis de Niños con Fracaso
Escolar. Argentina: Nueva Visión.
Fenichel,
O. (1994). Teoría Psicoanalítica de las Neurosis. México: Paidós.
Garma, A.
(1993). El Psicoanálisis. Teoría. Clínica y Técnica. (3era Edición).
España: Julián Yebenes.
Green, A. (2005). Ideas Directrices para un
Psicoanálisis Contemporáneo. Desconocimiento y Reconocimiento del Inconsciente.
Argentina: Amorrortu.
Groddeck, G. (1983). Primeras 32 Conferencias
Psicoanalíticas para Enfermos, Las. Argentina: Paidós.
-------- (2008). Libro del Ello, El. Cartas
Psicoanalíticas a una Amiga. Argentina: Aguilar.
Grossman,
C.M. y Grossman, S. (1967). Psicoanalista Profano, El. México: Fondo de
Cultura Económica.
[1] De manera muy somera puede decirse que la histeria de conversión es de
índole neurótica y el malestar se ubica más por la subjetividad del paciente
que por la coincidencia de las regiones anatómicas. En el caso de la
hipocondriasis se hablaría de una psicosis llevada al extremo en donde el
perseguidor se internaliza y se ubica a nivel de los órganos del cuerpo.