Mtro. Rodolfo Zermeño Torres.
5:30 de la madrugada y en la carretera ya podía encontrarme a algunas
camionetas con placas norteamericanas, Texas y California fueron las que mas
logré contar. No podía dejar de pensar en todas las historias que nuestros
paisanos llevaban consigo, incluyendo los obsequios con los que seguramente
sorprenderían a sus familiares y amigos; ahora emprendían el viaje inverso al
que hacía algún tiempo los había llevado al otro lado de la frontera, volvían
después de mucho y acelerando rápidamente me dejaban atrás, seguramente
deseaban llegar con su familia lo más pronto posible.
Mi trayecto de San Luis Potosí hacia Santa Ana del
Guadalupe se extendió por un poco mas de tres horas, cuando por fin pude llegar la sensación fue muy reconfortante. Decidí elegir la ruta cristera (aquella
que atraviesa lugares importantes de la Cristiada como San Diego de Alejandría,
San Julián y San Miguel el Alto) en lugar de la moderna y rápida ruta capitalista (aquella
que involucra a la supercarretera y que evita contemplar todos los pueblos
donde se respira la historia de personas que evitaron renegar de su fe y que la
defendieron por encima de todo). Una vez arribando al estado de Jalisco pude sentir la
profunda devoción de esa tierra por la religión católica, pues en la cima de un
cerrito se alcanzaba a vislumbrar un letrero con la consigna cristera “Viva
Cristo Rey".
Rodee San Diego de Alejandría y posteriormente llegué a San Julián,
conocido como la “Cuna de la Cristiada”. Ya ahí comencé a observar como las
tiendas y restaurantes tenían en su interior imágenes de Santo Toribio Romo. Me
detuve en la plaza principal y platiqué con algunos misioneros que se
encontraban ahí, fue una charla muy enriquecedora donde uno de ellos, oriundo
de la frontera, también me platicó las desventuras que sufren los migrantes en
sus intentos por cruzar a Estados Unidos.
Volví a tomar la carretera y me detuve en una gasolinera para comprar un
café, ahí pregunté las indicaciones para llegar al Santuario de Santo Toribio y
la cajera de la tienda se entusiasmó al platicarme lo milagroso que era,
incluso me narró la forma en que él se le apareció en un sueño y le indicó la
hora, el día y la persona con quien podría cruzar la frontera sin problemas,
así ocurrió y ella pudo atravesar la frontera “sentada” (es decir
dentro de un coche como un pasajero mas sin que le pidieran papeles, solo
argumentando el chofer del coche que ella era su familiar).
La ruta que me indicó pasaba por San Miguel el Alto, ahí debía tomar la
desviación hacia Jalostotitlán donde un arco de cantera me daría la bienvenida
a Santa Ana de Guadalupe, apenas al cruzar el arco que anuncia la entrada a la
comunidad pude comprender la magnitud de la devoción que se le tiene en todo el
occidente pues varios camiones entraban al tiempo que otros iban saliendo, eso
sin contar los vehículos particulares y taxis que ya estaban ahí.
Todo en la comunidad lleva el nombre del Santo, desde un pequeño puente que
permite el ingreso de los coches hasta las tiendas de recuerdos; gran cantidad
de estacionamientos se ofrecen para que los peregrinos dejen sus vehículos y
puedan continuar a pie. Luego de caminar por una pequeña calle que va de subida
se llega al camino donde, si se toma a mano izquierda se dirige uno al Templo
de “La Mesita” y a la Calzada de los Mártires; hacia la derecha se encuentra el
nuevo santuario en honor al Padre Toribio y también el Museo de Juan Pablo II.
Al subir para llegar al Templo de la Mesita iba acompañado de muchos peregrinos
de quienes escuchaba pláticas sobre diferentes cosas; algunos de ellos traían a
sus hijos, ya adolescentes, nacidos en Estados Unidos para conocer al Santo que
les dio fuerza para mantenerse allá.
Luego de dar gracias y rezar un Padre Nuestro dentro de La Mesita salí para
comenzar a entrevistar migrantes, pero pronto me di cuenta de algo que no había
contemplado: Muchos de los visitantes al Santuario de Santo Toribio Romo llegan
ahí por lo que actualmente se le llama “turismo religioso”; son personas que
luego de haber visitado a la Virgen de San Juan de los Lagos (el
segundo santuario más visitado de México, obviamente detrás del de la Virgen de
Guadalupe) son llevados a Santa Ana de Guadalupe al museo de S.S. Juan Pablo II,
pero que no son devotos de Santo Toribio Romo, muchos de ellos ni siquiera lo
han escuchado nombrar. Otros son solo acompañantes y no tienen un fervor
marcado hacia él.
Aunque la mayoría de las personas gustosamente aceptaban ayudarme había
quienes preferían guardar silencio. Algo muy notorio fue la manera en que
algunos reaccionaban cuando decía que era psicólogo o psicoanalista, pues veían
con desconfianza que alguien se interesara por su fe desde dicha óptica tal vez
creyendo que se les cuestionaría. Incluso uno de los entrevistados llegó a
interpelarme si era yo una persona de fe. Lo más notorio de todo fue la manera
en que todos ellos hablaban de su fe y de las tradiciones religiosas
fuertemente arraigadas desde su infancia.
Luego de haber realizado algunas entrevistas a migrantes me informaron en
la oficina del santuario que existía un lugar destinado para colocar los
exvotos de la gente, esas imágenes creadas por las personas en donde narran de
manera escrita el milagro recibido y que suelen ser acompañados por un gráfico que
lo ilustra. Sobra decir que como Santo Toribio Romo es el Santo Patrono de los
migrantes (tanto legales como ilegales) algunos de los exvotos se han
modernizado incluyendo fotografías digitales e impresiones en computadora, pero
otros, continúan siendo elaborados de la manera tradicional con imágenes pintadas
a mano, prendas de ropa e incluso trenzas de cabello. La mayor parte de estos
exvotos son referentes a intercesiones concedidas para arreglar situaciones
migratorias o llegar de manera segura a los Estados Unidos, pero también están
los que agradecen por haberlos mantenido vivos luego de sufrir severos
accidentes o de haber padecido enfermedades casi mortales.
Saliendo de dicho lugar y continuando por un estrecho corredor llega uno a
la Calzada de los Mártires, que es una vía que lleva del Templo de La Mesita hacia
una pequeña iglesia construida donde estaba la casa de nacimiento de Santo
Toribio Romo; a lo largo de este corredor se encuentran los bustos de cada uno
de los mártires cristeros canonizados por Juan Pablo II, por último la calzada
remata con una estatua de Santo Toribio en cuya base se encuentra una placa con
la fecha del nacimiento, martirio y muerte y sus últimas palabras.
Ya para ese momento mi jornada estaba llegando a su final, me encontraba
cansado de tanto ir y venir de La Mesita hasta el Santuario entrevistando
migrantes y peregrinos; por último y para despedirme fui al Santuario a
agradecer a Santo Toribio Romo la oportunidad que me dio para poder iniciar mi
investigación y de haber conocido las historias de esfuerzo, sufrimiento y
esperanza de tantas personas que accedieron a ayudarme; espero poder volver antes de que termine el año para continuar con las entrevistas.