viernes, 24 de junio de 2016

La Clínica Diluida (de-la-huida); al respecto de los modelos de "prácticas profesionalizantes".*




En efecto, comparado con todos los otros sistemas, el psicoanálisis es el más apropiado para trasmitir al estudiante un conocimiento cabal de la psicología.
Sigmund Freud.  (1919[1918])
¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?


Es necesario hacer una pequeña aproximación al concepto de "práctica profesional": La práctica se entiende como a) lo pragmático (simple y facilón por excelencia) o b) la praxis (la conjunción de teoría y técnica al servicio, en este caso, del paciente). Por otro lado lo profesional es todo aquello que compete al desarrollo de una profesión (es profesional todo aquel individuo preparado que recibe una remuneración por el ejercicio de su actividad; éste encuentra su opuesto en el amateur). Actualmente la "práctica profesional" está signada por el modo pragmático en que una profesión encuentra soluciones a los problemas planteados por las instituciones; es decir, la práctica profesional pasa a ser una herramienta que busca amaestrar para el mercado.

En contraparte, la praxis vocacional, surge de un lugar distinto, desde la subjetividad. Es la puesta en ejercicio del deseo de intervenir en y desde el deseo propio. La praxis vocacional implica el despliegue de un proyecto personal para la atención de un problema específico detectado por un estudiante especialmente sensible a ciertos malestares; en ella entran en juego la pasión y el placer.

La disciplina nunca podrá tomar el relevo cuando el placer por una actividad se ha perdido. Si el practicante no disfruta la experiencia profesional esto no podrá ser recuperado por vía de la imposición sistemática de reglas.

El practicante es el nuevo modelo de eficientización de recursos. La práctica profesional pagada solventa, a bajo costo, áreas auxiliares de la industria cuya rotación es constante y por lo tanto esperable. "Gratificar" a un estudiante es mejor que pagar a un profesionista, y esto es un círculo vicioso.

Entendiendo que el servicio debe ser cubierto por el cliente, la universidad privada privilegia la docencia por encima de la investigación y la extensión (cultural y deportiva); se vuelve más importante la incorporación de clientes para la supervivencia en el mercado; esto a pesar del canibalismo de la misma red de universidades.

Si las tres profesiones imposibles son educar, gobernar y psicoanalizar ¿Qué posibilidades existen de una práctica profesional universitaria? ¿Qué se enseña? ¿Cómo se gobierna esa práctica? ¿Qué tipo de clínica se realiza?

La universidad es una institución social que RE-produce competencias según lo que le demanda la iniciativa privada. Sin embargo la iniciativa privada no RE-quiere sujetos liberales sino sujetos de producción. Además la universidad concentra y controla los saberes para determinar relaciones de poder que permiten "contar" la historia desde un solo lugar.

La licenciatura en psicología es una carrera sui-generis compuesta mayormente por mujeres pero dominada por hombres; la sumisión se vuelve la norma: ejercer desde lo que el otro pide. En este caso el otro son todos aquellos a quienes la universidad brinda servicio y provee con practicantes para su correcto funcionamiento desde la mascarada de "la formación en la experiencia profesional".

Este modelo está basado en la idea de "la competencia para el mercado laboral" en lugar de la autogestión de la iniciativa, caso curioso en una profesión liberal como la psicología.

La práctica profesional es el primer encuentro sistematizado con el quehacer clínico organizado a manera de un servicio de salud (público, privado o institucional). Como tal cumple con el primero de los objetivos: acercar al alumno a la esfera laboral extra-académica; pero deja de lado un segundo objetivo: el contacto con clínicos de reconocida trayectoria.

La identidad profesional es consolidada a través de las prácticas pero, si se carece de dicha identidad o tendencia, el espacio de prácticas puede volverse una obscura premoción del futuro que, lejos de alentar el seguimiento de la carrera, promueve la claudicación del esfuerzo dando por resultado una deserción.

La práctica profesional puede llegar a ser una desilusión total cuando al practicante lo único que le muestran es: "mira: esto es lo que harás el resto de tu vida". Un supervisor que no hace clínica provoca decepción en el estudiante quien no puede ver en aquel un modelo de recorrido profesional.

Así mismo, el espacio de la "super-visión" se convierte en un calabozo de torturas donde el practicante se encuentra bajo la hiper-mirada del pseudo-experto quien, a su vez, es objeto de una hipervigilancia institucional más preocupada por el llenado de formatos para mantener el prestigio universitario frente a las organizaciones públicas y privadas a quienes se les ofertó una amplia bolsa de practicantes fieles, sumisos y eficientes.

Desde esta perspectiva el panorama es completamente desalentador para el practicante quien, en lugar de preguntarse ¿Qué me trae hoy el paciente? Se angustia ante la duda ¿Qué le llevaré hoy al supervisor? Quien, a su vez, se encuentra atareado realizando planes y programas para mantener ocupados a los practicantes dando así una apariencia de efectividad.

Otra gran dificultad emanada de esto es la ligereza con la que se tratan los incumplimientos de los alumnos en las asignaturas del curriculum teórico. Aquí las autoridades suelen apoyar mucho al alumno, tratando de mantener estable la matrícula de clientes y así seguir generando ingreso; pero al momento de realizar actividades de práctica profesional la exigencia se vuelve extrema, pues, del estricto apego a las políticas y las fechas de entrega dependen las alianzas y planes de cooperación con otras instituciones. Cualquier falla en las entregas devendrá en pérdida de confianza hacia la universidad. El practicante pasa a ser un empleado de la universidad aún sin haber egresado; es decir, acontece una crisis de identidad: se le exige como profesionista contratado y se le desapega de su identidad y autonomía.

Ésta última circunstancia genera un falso-self. El practicante hace síntoma de su éxito pues cree que lo único que puede esperar de los demás es la satisfacción total de sus demandas.

Si bien todos los practicantes son iguales, también es un hecho que todos los practicantes son distintos. Un practicante es diferente al otro, y no es igual a si mismo en el primer mes de sus prácticas que en el último semestre de su carrera. La tendencia a la homologación y estandarización niega sistemáticamente dichas diferencias y hace ver a todos los practicantes como iguales, exigiéndoles lo mismo para los pacientes: atenderlos como iguales.

Proponer un mismo tipo de atención es un absurdo para todo aquel que ha tenido experiencia clínica; lo que con un paciente es adecuado con otro puede resultar desastroso. Reconocer las diferencias subjetivas entre los practicantes promoverá que éstos reconozcan, a su vez, las diferencias entre sus pacientes. 


*Conferencia dictada en la "Semana de Psicología UTAN 2016".

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